martes, 2 de abril de 2013

La ley que no respeta


Las leyes (las normas) no son entes conceptuales que emanan de una chistera mágica.

Las leyes son, quizás, una de las herramientas que más impacto generan en la vida de las personas que quedan bajo su aplicación.
Por lo tanto debemos preguntarnos mucho y criticar todo lo que sea posible a cerca de nuestras normas.

Las leyes son, por esencia, imposiciones, dicen que son reguladoras de conductas, pero en última estancia las leyes imponen que debemos hacer y que no debemos hacer, según el ámbito de aplicación, para comportarnos de acuerdo a... ¿de acuerdo a qué?.
De acuerdo a lo que los legisladores han establecido.

Mono, a estas alturas ya sabrás que la política es una absoluta corrupción y esa política es quien, como no, administra nuestra legislación, nuestras normas.

Por lo tanto terminamos aceptando leyes que son producto de decisiones de políticos que representan... ¿a quien crees que representan?... mono, representan a ciertos grupos de poder que son los que en última instancia proclaman como debemos comportarnos todos.

De acuerdo, el tema de hoy es esto último.
Hay normas que generan una enorme y frustrante intromisión en la individualidad del ciudadano. Debido a la postura totalitarista de esos grupos de presión (que existen, mono, de verdad, créetelo, esos grupos existen) se llega a legislar a un nivel de intromisón que es inaceptable, decididamente inaceptable.

La eutanasia y el aborto son claros ejemplos del poder de intromisión de unos sobre la voluntad y deseo de otros.
El tratamiento de la homosexualidad es un claro ejemplo de lo que cuesta arrancar esa intromisión de la sociedad.

¿Por qué la homosexualidad se está admitiendo y desarrollando normativamente con mayor rapidez y contundencia que por ejemplo la eutanasia o el aborto (el aborto absolutamente libre de decisión para la madre)?. Porque la homosexualidad se ha agrupado, ha formado un colectivo de poder y ha conseguido que el legislador le haga caso.

La eutanasia tiene todas de perder, mono, porque esa decisión es tan personal, son de tantos casos tan aislados que jamás conseguirá agrupar al suficiente número de personas para ejercer la presión necesaria al legislador.
Moraleja de todo ello: se legisla a base de fuerza de grupo en gran cantidad de ámbitos legales.

Te estarás dando cuenta, querido mono, que la democracia y civilización que tanto exhibe su grandeza evolutiva y adaptativa continua estando viciada desde el profundo egoísmo del mono. 

Que burda realidad social.

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