No hay más remedio que comprender que siempre seremos protagonista de una historia limitada, con mayor o menor importancia, sin apenas transcendencia para el resto del universo.
Nuestro escenario es sumamente particular y propio de nuestra especie, nos miramos entre nosotros y nos valoramos nuestras historias (vidas), unos con otros, alabando las de unos y desprestigiando las de otros.
Pero fuera de la masa... estamos sólos, quizás no durante toda la vida, pero en algún momento tu turno llega, tu esplendor se vuelve lentamente decadencia y sucumbes como todos al devenir de la existencia.
Ser protagonista de una historia es la esencia del mono, no odemos escapar de ellos, será más o menos transcendental, más o menos duradera, más o menos exitosa o dolorosa, pero es una historia dónde tú eres el protagonista.
Yo miro mi historia, me veo como un protagonista más, con sus virtudes y defectos, veo a las personas que tengo a mi alrededor o a las personas que los medios me presentan, y evaluo a unas y a otras. Pero tiendo a no comparar porque no existe una regla que mida dos vidas distintas, jamás.
Yo no puedo ser comparado contigo, jamás, porque aunque seamos el mismo tipo de mono, nuestra esencia humana y las circunstancias que nos han bañado diariamente, son absolutamente distintas. Mis aciertos no tienen porque estar a tu alcance o viceversa, mis errores no tienen porque estar a tu alcance o viceversa. No existe forma de comprobar que hubieras hecho tú en mi lugar porque de haberte trasladado a mi vida... no serias tú, serias yo, y mi yo es el único yo que puede darse en esta realidad que nos recoge.
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