lunes, 1 de abril de 2013

Los ojos de piedra.

Seguramente ya te habrás dado cuenta. Todo lo que hagas o digas puede ser visto o escuchado por otra persona y ello tendrá rápidamente un resultado en forma de opinión, acusación, aprobación, negación, escepticismo, es decir, muchas formas de interactuar por parte de aquella persona que ha sabido de tu conducta.

Parece que no existe ningún problema pero más lejos de la realidad porque es aquí donde comienzan todos nuestros problemas.

La privacidad es el mayor de todos los bienes que puede tener una persona porque es allí donde cada uno de nosotros somos capaces de dar coherencia a nuestra propia individualidad. Sin privacidad para nuestras reflexiones, sin un lugar propio donde podamos expresarnos y actuar como así necesitemos, estaremos condenados a comportarnos como puras y simples máquinas programadas por las llamadas leyes no escritas de grupo.

Son las leyes escritas o no las que deben de respetar la realidad de cada persona. Aquellas leyes que imponene conductas sin respetar la pluralidad de nuestras necesidades son extremadamente dañinas para poder llegar a tener una sociedad totalmente estructurada en pos de la libertad del individuo.

El escuchar debates sobre si se debe o no abortar, si se debe o no legalizar las drogas, si se debe o no mantaner relaciones sexuales antes del matrimonio o cualquiera de estos tipos de "diálogos", me produce verdadera lástima porque en el fondo son luchas de grupos que intentan imponer su doctrina al resto de individuos.

La ley dogmáticamente correcta es aquella que vertebra las relaciones intrapersonales (ya sean personas físicas o jurídicas) de tal manera que no limita formas de conductas que no produzcan daño o perjuicio a terceros verdaderamente consolidados, algo que por supuesto voy a matizar.

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