lunes, 1 de abril de 2013

La putrefacción que habita en la vida


Cuando pienso en la vida, pienso en el sentido de esta y en el sentido de justicia que debiera de tener.

Mis ojos ven mi vida y mi vida me es insatisfactoria.

Reconozco mis defectos, soy consciente de mis miserias y acepto que poco puedo hacer ante ello porque lo que puedo lo haré y lo que no puedo jamás lo podrá hacer.

Pero si mi vida me es insatisfactoria  poca importancia tiene cuando veo cosas a mi alrededor que me produce un vacío existencia atroz.

Un señor mayor, pidiendo dinero en los semáforos.
Una prostituta china que deja que su cliente le eyacule en la boca por unos míseros euros.
Unos chavales que pasan el rato riéndose por la calle de las personas que les parecen feas.
Una niña que es violada reiteradamente por un familiar.
Un hijo que maltrata a una madre que se desvive por él.

Millones de personas, de seres humanos a los que no prestamos atención, nosotros, los privilegiados. Somos tan mezquinos, pero lo somos sin poder de dejar de serlo, porque la vida nos exige que pensemos en nosotros mismos y en nadie mas, en nuestro placer, en nuestras frustraciones, en nosotros...
¿Te imaginas un mundo dónde todo ser humano velara por el resto de la humanidad, un mundo dónde no se hiciera daño al prójimo?. Ese mundo lo impondrán los robots y la inteligencia artificial del futuro, harán el papel de arbitraje que la humanidad no ha sabido crear ella misma, es el complemento que necesita el ser humano, robots que nos ayuden, nos impongan el comportarnos, civilizadamente.

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