Les ves en la televisión, les escuchas en la radio, lees sus declaraciones en los periódicos, les observas en Internet y día tras día, reconoces en sus palabras la falsedad, la hipocresía, el engaño, la corrupción, escuchas y lees palabras que son absolutas aberraciones para la inteligencia del mono, argumentos de patio de colegio, declaraciones contradictorias, teatralidad en sus actos, verdadera cara dura y aprovechamiento del poder con el que se les dota.
Pero querido mono, ¿cuán lejos estamos cada uno de nosotros de esa naturaleza tan perversa y maquiavélica, tan putrefacta y corrosiva, que caracteriza la peor de nuestras máscaras?.
La política es una caricatura de nuestra sociedad, es el marrano, el cerdo, el cochino que nuestro pésimo bienestar impone a quienes lo poseen; los políticos representan el peor gen que posee el estado del bienestar: el inmovilismo de los conservadores.
Somos lo que somos porque no podemos ser lo que jamás hemos sido. Nuestra historia ha subrayado grandes momentos de torsión social, siempre azotados por enormes injusticias que afectaban a una gran parte de nuestra sociedad, pero este no es el caso de la amancebada sociedad que nos rodea, y de eso las ratas políticas se aprovechan la perfección.
Cuando veáis a las juventudes afiliadas a los partidos políticos más mayoritarios, no olvidéis que detrás de esas angelicales caras de adolescentes y veinteañeros, se esconden los "hijos de", "los amigos de", y sobre todo los próximos amancebados que desean a toda costa elevarse entre el resto de ratas para llevarse el botín que cada cuatro años el patético pueblo de monos les otorga.
Ahí tenéis el producto de vuestros actos, se llaman políticos, son el paradigma del marketing: personas comunes, inútiles en capacidad, con pésima oratoria, con enormes caras para resistir las bofetadas que hagan falta, con la cara tan dura como para aguantar el bochorno de decir estupideces delante de monos cultos que se ríen en su cara, vestidos como gente honrosa, robando a manos llenas, son... son... lo que tú les dejas ser.
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